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Sus acciones encontradas los delatan, luego del insoportable agravio a la Marina de Guerra Argentina y antes aun de concretarse la infamia, vemos al poder ejecutivo nacional, al gobierno de la ciudad capital y a las bandas de propagandistas del terrorismo en un verdadero y vergonzante todos contra todos en función de sus diversas ambiciones políticas, cuando no inmobiliarias.

El tema de la ESMA ha devenido para estos agentes del odio y fabricantes de falsas cortinas de humo en una suerte de Bebe de Rosmary, un producto de las irresponsables acciones del presidente Kirchner, quien ha instalado nuevamente en la sociedad argentina y en sus desde hace muchos años ejemplares Fuerzas Armadas de la República un debate irresponsable, injusto, disparatado, olvidado en la noche del pasado para el grueso de la población, preocupada por temas mucho más actuales, por dramas de hoy de los cuales son responsables justamente muchos de los políticos que hipócritamente apoyan, en general por cobardías y conveniencias coyunturales, estas insensateces del poder hoy de turno.

El presidente Kirchener se ha encerrado en su propia trampa. Si cambia su decisión de que solo se ceda el Edificio de Oficiales, de por si ya un terrible insulto para los miembros de la Armada - de todas las generaciones, activos o en retiro por igual, que nadie se engañe al respecto – precipitaría a la Institución en una crisis sin salida posible. Si por el contrario cumple su palabra, son ya evidentes los conflictos que deberá enfrentar con los activistas aliados de circunstancias.

Mal comienzo del presunto ¨transvasamiento¨, un mero rejuntado de las viejas izquierdas de la ciudad capital, alejadas siempre a mucha altura de la realidad argentina y divididas entre sí hasta donde las matemáticas lo permiten, sumados a ex terroristas confesos que no fueron combatientes directos, un desprendimiento de sus internas a partir de la evidente derrota en 1978, peleados con su ex cabecillas Firmenich y demás personajes.

Vemos la puja patética entre la apologista del delito Hebe de Bonafini, sus rivales de la solo aparentemente más prolija falsa abuela Carlotto, el sector de la denunciante de profesión y posible caso psiquiátrico Adriana Calvo de Laborde, cada sector queriendo tener una tajada mayor del instituto de la Armada al cual demonizaron por años en su falaz propaganda.

No podía ser menos el ex activista del Partido Comunista argentino Aníbal Ibarra, quien pretende toda la ESMA como botín propio, para los monumentos que a él le agraden y hasta con fines inmobiliarios, en esa zona multimillonarios. Enojado con el gobierno nacional, casi como un niño haciendo pucheros, hace pocos días llegó al extremo de ordenar el inmediato cese de actividades de una ENET que imparte educación desde el complejo naval en disputa.

Poco contribuye el poder ejecutivo a clarificar las cosas, por el contrario ha sido y sigue siendo el principal promotor de la total confusión. Comenzó cuando la Armada se enteró de sus intenciones sobre la ESMA por los medios de difusión, en un soberano desprecio a sus mandos y al mismo Ministro de Defensa, lisa y llana mala educación.

Continua ahora, con su completa ambigüedad pública sobre el terreno realmente a entregar, dando así pie a que cada sector interesado largue las más diferentes versiones al público, aunque todos afirmen que se los dijo Kirchener en persona.

Para peor hace trascender noticias sobre alegres actos en el lugar el 24 de marzo, con asistencia presidencial y cantautores compañeros de ruta incluidos; pero los activistas de denuncia anuncian su no concurrencia al acto oficial, la realización en el lugar a otra hora y algunos hasta incitan a un copamiento de las instalaciones militares navales.

El gobierno de Héctor Cámpora fue una corta pesadilla con soberbios e irresponsables en el poder, echados por el mismo PERÓN en persona de una fuerte patada para evitar la disolución nacional.

`Los neocamporistas o que al menos dicen serlo - parecen no haber aprendido mucho, la misma soberbia, el mismo odio, solo que no pueden en la coyuntura ejercer la violencia directa, porque el país y el mundo son otros. Pero tarde o temprano serán el recuerdo de otro efímero y penoso episodio de la política nacional, la gente común en la calle pertenece a un universo distinto al de las oficialistas encuestas y los muchos medios adictos.

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De un tiempo a esta parte, más precisamente desde que asumió el gobierno del doctor Kirchner, se vienen repitiendo en el ámbito de las FF.AA., casi en forma permanente, actitudes de sorpresa frente a la concreción de hechos que responden a la política antimilitar fijada por el gobierno.

En particular, los militares se muestran sorprendidos cuando se habla de anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final (se aferran al concepto de que es jurídicamente imposible), de los militares que podrían terminar presos por sus responsabilidades en la Guerra contra la subversión ocurrida hace ya casi treinta años, de la extradición de Astiz pese a la legislación vigente, y de la expropiación de la ESMA.

En términos de la relación amigo-enemigo, se supone que los militares son quienes están mejor preparados para determinar quién es el enemigo y qué es lo que éste puede llegar a hacer (por lo menos aproximadamente) en contra de los propios intereses. Sin embargo, la historia nos demuestra que esto no es tan así y que a menudo sus apreciaciones resultan erróneas. Sin ir muy lejos basta recordar que, durante la Guerra de Malvinas, se apreció que los ingleses no vendrían o, poco después, con la llegada de la democracia, que Alfonsín no eliminaría la ley de amnistía que cerraba el tema de la Guerra contra la subversión. También nosotros, los conocidos como "carapintadas", nos equivocamos al creer que nuestros camaradas no nos reprimirían porque defendíamos los intereses de toda la institución.

De todas estas experiencias, bien podría haberse aprendido algo, pero, lamentablemente, las FF.AA. volvieron a tropezar con la misma piedra y cayeron en la sorpresa. Y en relación con las causas que la motivan, cabría la pregunta ¿de qué se sorprenden?... o acaso los militares no saben que la Guerra contra la subversión se perdió y que la ideología triunfante es la que hoy está representada en el poder?. Además, por si esto fuera poco, cabe recordar dos particularidades de quienes llevan adelante el plan sistemático de eliminación de las FF.AA.:

Sobre la primera digamos que es una constante de los seguidores de la Guerra Revolucionaria Gramsciana. Es la adherencia a un objetivo que hay que alcanzar de cualquier forma. Antes con el terrorismo y las armas, ahora desde el poder bajo la apariencia de justicia y defensa de los derechos humanos. Y respecto de la segunda –íntimamente ligada a la primera– , bien sabemos como los progresistas modernos han aprendido de su inventado líder, el Che Guevara, la enseñanza de que "para triunfar hay que odiar con todas las fuerzas al enemigo"...

Desconocer estos conceptos es desconocer la realidad... es como esperar que el enemigo actúe conforme a nuestros intereses en lugar de hacerlo en defensa de los suyos.

Es por ello que no debemos sorprendernos más por lo que el gobierno hará en materia de política militar, de una vez por todas hay que asumir que, todo lo que puede hacer para lograr el objetivo final de la eliminación de las FF.AA. tradicionales, lo hará. Mientras tanto, hay que ir pensando en la nueva etapa que se presentará y cómo habrá que actuar en ella, partiendo de la base que, tanto odio y revanchismo, irremediablemente, sólo generarán nuevos desencuentros.

¡Por Dios y por la Patria!

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"Una fuerza quebrada"

por Víctor E. Ordóñez

La triste tarde del 3 de marzo pasado quedará como una afrenta para la Armada nacional y, en definitiva, también para la Argentina. Ese día, en medio de una formación militar solemne en la que se rindió homenaje al almirante Guillermo Brown --homenaje frustrado puesto que allí, en ese momento, fue cuando y donde se produjo la deserción que habría avergonzado al héroe--, el jefe del Estado Mayor del arma, almirante Jorge Godoy, anunció que iba a cumplir la orden emanada del jefe supremo de las Fuerzas Armadas, el presidente Néstor Kirchner, quien dispuso el retiro de las diversas escuelas navales que funcionan en las amplias instalaciones de la Escuela Superior de Mecánica.

Creyendo cumplir su deber de soldado subordinado a la autoridad política, el alto oficial formuló tan inesperado y desdichado anuncio, tal vez sin comprender por entero el significado ni el alcance de la medida. Porque no se trata de una disposición de inspiración técnica ni aconsejada por alguna necesidad evidente. Muy por el contrario, la resolución finalmente adoptada tiene un obvio origen ideológico y supone --sin exagerar-- un nuevo triunfo montonero de los tantos que se vienen registrando desde la llegada de la actual administración.

En el edificio de oficiales de esa preciada instalación, donde se formaron por generaciones los marinos argentinos, se va a instalar un pretendido "museo de la memoria", destinado a recordar no a los héroes producidos por la Armada, sino a sus agresores de veinte y treinta años atrás. ¿Qué ha ocurrido? Es simple y lo dijimos en reiteradas oportunidades: las Fuerzas Armadas argentinas perdieron la paz después de haber ganado la guerra. Y esta es una consecuencia y expresión de eso, un terrible paso adelante.

El análisis que se desenvolvió tan unilateralmente desde el advenimiento de la democracia se fue tornando cada vez más y más tendencioso, más y más amañado, más y más falseado y hemipléjico, más y más injusto y tosco. Los hechos llegaron a desfigurarse de tal manera y en tal magnitud que la historia se borró totalmente. El discurso único prosubversivo --según el cual sólo los militares quedaban como responsables de la sangre derramada en aquellos años que constituyen el meollo del pensamiento y de la emoción del primer magistrado-- alcanzó tal dimensión que se convirtió en un dogma nacional y, ahora, en una política de Estado.

Fue y es un discurso tan prepotente como mentiroso, tan deshonesto como astuto; no admite disenso ni contradicción. Nadie --ni siquiera los protagonistas más relevantes de la violencia desencadenada por ellos mismos-- reconoció nunca sus culpas, por lo menos en forma pública, y se prefirió imputársela a su vencedor. Esta cuestión previa, primordial y fundamental --casi única-- fue puesta fuera de discusión y no se tolera volver sobre ella. Por eso es que, desde su ética revolucionaria, no se arrepienten y se limitan a excusas del tipo de las esgrimidas por Rodolfo Galimberti, quien confesó que "tal vez habrían cometido un error al matar a José Ignacio Rucci, porque debieron asesinar a López Rega". (N. De Prensa Independiente: creemos que hay un involuntario error, habría sido dicho por Miguel Bonasso hace poco tiempo en una revista)

¡Se trató sólo y apenas de un error, no de un crimen! Lenguaje habitual de estos sobrevivientes del propio terror que ellos llevaron a la práctica con sistemática saña. En el mismo sentido se expresan los Firmenich, los Vaca Narvaja, los Perdía y los otros varios que se regodean en sus delitos y en las matanzas que provocaron o que inspiraron a los que, en el mejor de los casos, asumen como equivocaciones (estratégicas, no morales), pero sin arrepentirse ni reprocharse nada. ¡Ellos, que se proclaman cristianos! ¿Qué católico puede reivindicar el terrorismo y el odio que el mismo requiere y supone?

Pues bien, ya en una jornada igualmente infausta, el entonces comandante en jefe del Ejército, teniente general Martín Balza, se dirigió a la sociedad en nombre de la institución a cuyo frente ocasionalmente se encontraba, pidiendo perdón por las presuntas violaciones de derechos humanos que se habrían cometido durante la guerra contrarrevolucionaria y solicitando, a sabiendas de que no iba a obtener respuesta alguna, un gesto de reciprocidad de parte de los subversivos y, así, en sus cálculos, terminaríamos el conflicto en paz.

 Este voluntarismo perverso e imposible no consiguió nada de lo que Balza proponía, si es que se proponía algo. Y si algo logró fue, por un lado, la legitimación del terrorismo como práctica política, puesto que no había reproche que formularle y, por el otro, poner las condiciones para precipitar la ola de reclamos con que desde entonces se viene apabullando a miles de soldados mediante la intervención de jueces cómplices y complacientes, dispuestos a olvidar a los homicidas y secuestradores de ayer y a sus apologistas de hoy.

Cuando un energúmeno como Castells, una delirante como Bonafini o una farsante como Carlotto incurren en delito de subversión, de incitación a la violencia, de apología del delito, de rebelión civil (y no una, sino innúmeras veces), entre otros, no hay miembro del ministerio público que reaccione en el cumplimiento de sus deberes de funcionario ni jefe militar responsable que exija la sanción de esas agresiones, verbales y de hecho, de las que suelen ser víctimas. Cuando se esboza una defensa, por tímida e inocua que sea, del Proceso surgen de todos lados voces acusadoras y prestos abogados inician querellas por las motivaciones más inverosímiles, que no pueden menos que ser rechazadas, incluso por los magistrados más dóciles y proclives.

Ahora, esa función desencadenante de un proceso jurídico, político y fundamentalmente mediático quedó a cargo del almirante Godoy, que tomó en sus manos la horrible tarea de rendir sus hombres --retirados o en actividad, vivos o muertos, culpables o inocentes-- a los enemigos que los combatieron con las armas en las manos. Después de largas jornadas de lucha sin cuartel, de peligro rodeando día a día sus vidas y las de sus familiares, esos marinos reciben de su comandante --un cargo al que llegó por un golpe de dados, porque no estaba en condiciones reglamentarias de ocupar tan elevado y responsable como lo acaba de demostrar-- la instrucción de reconocerse culpables ante el pueblo y ante los tribunales y vencidos ante sus vencidos.

Tanto sacrificio, tanto ardor, tanta entrega no sirvieron de nada --excepto vencer por la fuerza a un enemigo que la había elegido, pero que vuelve triunfante bajo la protección de sus leguleyos incrustados en el poder, empezando por el mismo Kirchner y, como se ve, por el almirante Godoy-- y, en el momento más crucial de la nueva guerra desatada por la subversión, recibe la orden de bajar la cabeza.

Es la orden de quedar paralizados para siempre. Y, para completar de un modo simbólico la rendición, se procede a entregar un edificio señero ansiado por los enemigos como soberbia prueba de la victoria final.

Esto se acaba de concretar el 3 de marzo por boca de un oficial que no deberá figurar entre los hombres honorables que hicieron de la Armada un legítimo orgullo nacional. Pero el episodio no queda en la lista de anécdotas olvidables. Tiene la trascendencia de acreditar el estado de ánimo de una fuerza quebrada que perdió el rumbo de su destino y de su misión. Ahora, la subversión, desde los decisivos puestos que pudo conquistar, sabe hasta dónde puede llegar a poco que se lo proponga, sabe que el adversario está derrotado por debilidad, por confusión, por desgaste, por incompetencia para seguir una guerra que no terminó. Y el 3 de marzo lo constata trágicamente.

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Señor Ordóñez, si bien adhiero en gran parte con su editorial publicado en LNP el 14 de marzo, debo plantear mi total desacuerdo con el desafortunado párrafo final .

La Armada está integrada por hombres diferentes. Son hombres forjados en el sacrificio, la entrega, la fuerza moral. Son hombres que poseen una férrea voluntad y espíritu combativo, por lo que no se dan por vencidos fácilmente.

Poseen un espíritu de cuerpo inexpugnable que ningún enemigo apátrida, en cualquiera de sus formas, podrá quebrantar. Son hombres íntegros y dignos, que están dispuestos a dar su vida para defender los valores que los sostienen.

Por el contrario, el enemigo es débil. Hoy esta encaramado en puestos decisivos, pero es inmoral, es corrupto, es fácilmente corrompible porque no tiene ideales. Está destinado al fracaso inexorablemente.

Los hombres de la Armada están mas unidos que nunca, y la subversión, aunque gane una batalla, jamás ganará la guerra.

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Durante la formación de Lista Mayor del Comandante de la Flota de Mar, cumplida a bordo del Portaaviones "25 de Mayo", el 3 de mayo del corriente año el jefe del Estado Mayor General de la Armada Almirante Enrique Molina Pico, pronunció una alocución, que por su trascendencia, "Gaceta Marinera", interpretó que merecía ser incluida en un Suplemento Especial, a fin que pueda conservarse como un documento de consulta permanente.

No podemos olvidar que esa violencia adquirió una intensidad cualitativa muy distinta cuando las bandas guerrilleras atacaron la sociedad argentina, no atacaron a las fuerzas armadas como enemigo directo, lo hicieron a la sociedad y a cada uno de sus sectores como un todo tratando -según ha sido revivido últimamente en confesiones públicas - de cambiar la esencia de nuestra Nación, quizá como parte de las distintas cosmovisiones vigentes en el mundo en ese momento, aquellas fueron atacadas en ese contexto y como instituciones portadoras de la obligación legal de defender a la comunidad.

El país reaccionó, adecuándose para ello. Se promulgaron leyes y se organizaron tribunales y las fuerzas de seguridad y las armadas cumplieron su cometido poniendo a disposición de la justicia independiente los implicados en la violencia; pero luego se dio un paso atrás de enormes consecuencias, no importa aquí analizar las causas que llevaron simultáneamente a liberar a los condenados y a desmantelar el aparato jurídico que permitía eficazmente luchar contra el flagelo.

Se atacó entonces a un gobierno constitucional y la violencia desbordó a las instituciones, la vida humana perdió todo valor y los bienes personales quedaron a merced de la voluntad de distintos señores de la guerra.

Las decisiones tendientes a como enfrentar la guerra se tomaron en ese clima, en un cuadro de situación nacional caótica, agravado por nuestro gran error histórico: la destrucción del orden constitucional vigente.

Estamos a veinticinco años de aquellos asesinatos, a veinte años del apogeo de la guerrilla y a más de diez del juicio a quienes fueron conductores del proceso político, tiempo que para todos ciertamente no transcurrió en vano, ¿qué nos pide la sociedad ahora?.

Un reconocimiento, ¿qué es un reconocimiento?, ¿es acaso la aceptación de una humillación pública?, ¿es acaso la aceptación de un sentimiento de culpabilidad que nos abata para el futuro?, desde ya que no, lo que tenemos que hacer y hacemos es reconocer la realidad, toda la realidad, terminar la instalada "Guerra de mentiras" pues se acusó a las Fuerzas Armadas de cumplir exclusivamente un plan de exterminio de una mayoría de inocentes y nosotros los militares respondimos que no hicimos otra cosa que combatir según las leyes de la guerra.

La realidad es otra, existió un ataque masivo contra la sociedad argentina y nosotros también reaccionamos en forma y con una metodología que no respetó el orden legal vigente y las leyes de la guerra.

Ante ello, ¿Cuál es la responsabilidad del Jefe de Estado Mayor?, reconocer abiertamente que hubo métodos equivocados que permitieron horrores inaceptables, aún en el contexto de crueldad propio de la guerra. Por eso hoy los rechazamos y los excluimos como posibilidad ante cualquier acción futura.

Pero la acción la hacen los hombres, pues fueron los hombres, cuyos temores y euforias compartí, los que combatieron al enemigo, la mayoría de quienes, en medio del odio y de la violencia de la guerra que se vivía, cumplieron lealmente planes y órdenes creyendo en la causa justa por la que se luchaba.

Esto es la historia y nos queda el dolor humano de esta tragedia, dolor de perder camaradas y amigos y que conozco personalmente desde el seno de mi propia familia.

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"Ver y mirar más allá de las diferencias..."

por Gabriela Pousa

* Después de una semana donde el mundo se limitó a España, en Argentina todo sigue como si no hubiese pasado nada. A horas no más del atentado en Madrid, el Presidente Néstor Kirchner, intentaba una vez más construir su fuerza política. A esta altura de las circunstancias, está visto que la necesidad de mancomunar poder reviste más trascendencia que la solidaridad con la Madre Patria o que los problemas a los que la sociedad le otorga prioridad. De otro modo no se comprende el afán por buscar conglomerados de gente que ni siquiera garantizan lealtad política y menos aún partidaria.

* Quizá el acto del 11 de Marzo en Parque Norte sólo ha servido para demostrar quién mantiene aún el poder en el conurbano bonaerense. Para el Primer Mandatario, que Madrid haya sido el centro de atención de los medios y en consecuencia de la gente ha sido un dato alentador. Sirvió para disipar el fracaso de un acto que se estimaba multitudinario.

* El verdadero motivo por el cuál se vio diezmado el encuentro radica en la poca fuerza del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Está visto que sigue siendo Eduardo Duhalde quien decide aún, cómo y cuándo se pueden movilizar los militantes a través de una compleja trama de punteros e intendentes.

* Entre tanto, España daba muestras de una convivencia política y social digna de ser imitada en Argentina. Once millones de personas estaban bregando por el respeto a la Constitución y la condena a la intolerancia más allá del interés por identificarla.

* En Buenos Aires, sin embargo, se elevó un palco en el centro de la ciudad para sumar apoyo o repudiar la violencia donde los funcionarios del gobierno buscaron acomodarse de manera de que los medios pudieran verlos. Palco que no lo hubo siquiera para el Príncipe de Asturias ni para José María Aznar en las puertas de Atocha. Tampoco hubo allí alusión a las presencias públicas, grupos o instituciones. El fin unía todas las voces. En la avenida de Mayo en cambio, se comenzó aludiendo a madres, abuelas y demás organizaciones como si el repudio a la masacre en la capital española estuviese teñida de facciones y no abarcara a la sociedad toda.

* Debería dar vergüenza usar la desgracia para mostrarse en cámaras... Está visto que la parcialización de la memoria es una obsesión capaz de opacar las causas más nobles que no admiten diferencias sociales ni distinciones políticas. O no deberían. Cómo no debería aceptarse la posibilidad de que exista un terrorismo bueno y uno malo. Y no es necesario detallar el por qué lo digo.

* Siguiendo con lo acontecido en España cabe rescatar otra enseñanza: toda manipulación de la información, todo intento de censura a la prensa antes o después termina como una suerte de boomerang. Si acaso las encuestas eran favorables al Partido Popular y en las elecciones triunfó el Partido Socialista en parte se debe a una reacción de la ciudadanía ante la infamia y la mentira.

* En el escenario nacional nada ha cambiado. La política de Estado más trascendente parece estar enfocada a los "festejos" del próximo 24 de marzo donde deberá decidirse qué hacer con el predio de la ESMA. Los argumentos siguen siendo escasos o en rigor de verdad sólo siguen manifestando un recelo peligroso del Ejecutivo por la bohemia setentista que debiera ser motivo de olvido más que de recuerdo o amnesia.

* ¿Otro tema crucial? Parece no haberlo. Después de firmado el acuerdo con el Fondo se supone que deberían librarse loas al gobierno. Pero Kirchner no hizo sino lo correcto: es decir, dar un paso hacia el cumplimiento de los compromisos adquiridos. Es tiempo de que lo normal deje de ser tomado como un fenómeno o un éxito. Por otra parte, vienen negociaciones más complejas en las cuales no se podrá andar con titubeos ni con juegos patoteros.

*En materia estrictamente política la situación no varía: las internas están a la orden del día y la necesidad de Kirchner por obtener un consenso en serio comienza a ser una urgencia. Los aumentos de precios, la inoperancia para poner freno al desborde piquetero, la obcecada presencia de la Justicia sólo en lo que atañe a la conducta de ex funcionarios pero no en lo cotidiano y la parcialidad para enfocar el pasado son fuentes de descontento y ya no hay modo de convencer, con un mero sondeo, que el apoyo real al gobierno sea de un 80%

* Finalmente, siguen los feudos demostrando los rasgos autoritarios y el gobierno central haciendo vista gorda a ello.

* Habrá que esperar en lo sucesivo algunas portadas más, en los medios, que distraigan a la sociedad entre tanto Néstor Kirchner se disponga sin vueltas ni cabildeos a trabajar.

* Lo que conviene rescatar de lo que en Argentina no ha sido sino una semana más... es la enseñanza de la Madre Patria porque está claro que a la herencia aún no la hemos sabido aprovechar...

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