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1 – La guerra civil revolucionaria de los 70’

"El último equívoco de la Conadep"

por Nicolás Márquez

Si bien hace 20 años se viene sin discernimiento difundiendo el dogma de que durante la guerra contra la subversión en la Argentina hubo "30.000 desaparecidos", los datos de organismos oficiales (mayormente con ideologías afines a la subversión) tiran por la borda la veracidad del publicitado coeficiente.

En 1980, la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos tenía datos sobre 6.000 desaparecidos y Amnistía Internacional sobre 4.000, mientras que la OEA hablaba de 5.000. La mismísima CIDH en su visita al país recogió denuncias por 5.580 casos.

Con mayor precisión, el grupo europeo de derechos humanos Farhenheit aporta datos depurados informando que:

• durante el gobierno constitucional (mayo de 1973 a marzo de 1976) hubo 755 desaparecidos y 480 muertos identificados (1.245 en total) y

• durante la intervención cívico-militar (1976-83) hubo 819 muertos y 6.936 detenidos-desaparecidos.

• Sumando un total de 9.000 entre muertos y desaparecidos (en democracia y dictadura) en una guerra nacida en 1970 y culminada en 1979.

Preocupada la izquierda ante la imposibilidad fáctica de defender el engañoso "treintamil", durante la gestión del Dr. Alfonsín el Parlamento sancionó leyes - cuyo plazo de vigencia fue varias veces prorrogado para tratar de hacer más bulto - que ordenaban indemnizar a los familiares de las víctimas de la "represión" (beneficio nunca concedido a los familiares de las víctimas del terrorismo) a fin de incentivar las denuncias, y poder así acomodar las cifras que contrastaban con las reales. Pues bien, tras de 20 años de financiación y propaganda, las denuncias al Parlamento por desapariciones suman un total de 5.998 y por muertes efectivas, 1.400.

En diciembre de 1983, el presidente Raúl Alfonsín por polémico decreto creó la Conadep, con el objeto de investigar las presuntas violaciones a los derechos humanos cometidas durante la guerra antiterrorista (cuyo trabajo se vio plasmado en el libro-informe ´Nunca más´ ). Por la naturaleza institucional y oficial de dicha comisión, el informe de ésta es el más citado, adulado y recomendado por la feligresía progresista, aunque no leído.

Puesto que el mismo ´Nunca más´ se encarga de desmentir el número de 30.000 afirmando que: "La Conadep estima en 8.960 el número de personas que continúan en situación de desaparición...".

Por el carácter y función que debía desempeñar esta comisión, era de esperar que la misma fuera integrada por personalidades de espíritu humanista, pluralista, desideologizado y por sobre todo imparcial. Sin embargo, la Conadep fue presidida por el ex afiliado al Partido Comunista Ernesto Sábato. Es decir, en una guerra en donde de un lado estaban las Fuerzas Armadas y del otro el comunismo armado, el presidente de esta comisión "imparcial" había estado enrolado en las filas ideológicas del segundo bando.

En la comisión, Sábato estuvo secundado, entre otros, por la polémica dirigente de izquierda Fernández Meijide (quien tuvo la desgracia de perder un hijo durante la guerra, sumándose a su manifiesta parcialidad ideológica una parcialidad emocional), la conductora Magdalena Ruiz Guiñazú y el rabino Marshall Meyer, de Estados Unidos (expulsado de su comunidad religiosa por amoral y corruptor de menores). Estos y otros miembros comprometidos emocional e ideológicamente con la izquierda, fueron los que conformaron el elenco de la Conadep, organismo politizado cuya obra y labor fueron a partir de entonces utilizadas y aplicadas a modo de credo religioso.

Vale aclarar que también integró la Conadep el eximio médico cirujano Dr. René Favaloro, hombre íntegro, quien a poco de andar no vaciló en renunciar a la misma alegando que ésta padecía: "Falta de ética y de objetividad".

Y razones no le faltaban, ya que el ´Nunca más´ incurre en despropósitos tales como sostener infundadamente que los desaparecidos no eran guerrilleros, sino "adolescentes sensibles" afirmando que: "Todos caían en la redada, dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salario, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado la enseñanza de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esos amigos...".

Si bien el número de desaparecidos es concordante con el número de bajas acusadas por las organizaciones guerrilleras en sus partes de guerra y lo informado por la prensa de la época, esta maniquea afirmación está desmentida y contradecida por el mismísimo Mario Firmenich, máximo líder guerrillero de la Argentina y cabeza de Montoneros, quien confesó al periodista Jesús Quinteros: "Habrá alguno que otro desaparecido que no tenía nada que ver, pero la inmensa mayoría era militantes y la inmensa mayoría era montoneros. A mí me hubiera molestado muchísimo que mi muerte fuera utilizada en el sentido de que un pobrecito dirigente fue llevado a la muerte. Hombres capaces de elegir su vida y de dejar posibilidades laborales, intelectuales, lo han hecho con conciencia, con pasión, con sacrificio, con patriotismo, con amor al prójimo y todo eso se transformó en una estupidez. No hay derecho".

En resumidas cuentas, la discusión acerca de si fueron treinta mil o un número sensiblemente inferior está ya sobradamente superada a favor de esta última tesis.

Pero por repeticiones y recurrentes desaciertos de la Conadep, la pregunta que seguida y obligadamente debemos hacernos es: ¿han sido entonces 8.960?, ¿o el número es menor? En efecto, no son pocas las veces en que afortunadamente han "reaparecido" con perfecta salud supuestos "desaparecidos" que engrosaban las listas del informe, incluso en algunos casos de relevantes personalidades, tales como el actual abogado del presidente y ex ministro de Cámpora Esteban Righi, o el juez Alfredo Meade (quien estuvo primigeniamente a cargo de la causa Grassi), entre muchísimos otros.

Pero el último y reciente "error" advertido (que por la investidura del reaparecido se torna rimbombante) y que vuelve a ratificar la negligencia de la Conadep, lo encontramos en la Dra. Carmen Argibay, recientemente propuesta por el presidente Néstor Kirchner para ocupar un cargo en la Corte que él está armando a su talla, quien también figura como desaparecida en el mismo anexo del informe ´Nunca más´ en la página 29, y con el número de actuación 00299.

¿Acaso no tiene un juez en su rol de administrador de justicia y funcionario público un compromiso pleno con la verdad jurídica y material a la cual por omisión estuvo faltando durante dos décadas? Pero más allá de la responsabilidad moral que le cabe a la Dra. Argibay por su culposa o dolosa inadvertencia, nótese que estas y otras inexactitudes de la Conadep son efectuadas para con personalidades de renombre y conocimiento público, lo que permitió que dichos errores hayan sido pasibles de identificación. ¿Con cuántos desconocidos y hombres comunes o de bajo perfil ha pasado lo mismo y sin que podamos advertirlo? Si la Conadep yerra con magistrados, ex ministros y eventuales jueces de la Corte Suprema, ¿a cuánto llega el margen de error para con los desconocidos? ¿A cuántos de estas desapariciones-apariciones les habremos pagado 250.000 dólares de indemnización?

Ante la contundencia de los datos reales (más los recurrentes errores de la Conadep) que fulminan a los difundidos por los apologistas de la subversión, estos impostan un gesto adusto e ipso facto arremeten con la "chicana" eterna: "No importan cuántos fueron; una sola vida es importante".

Publicado por el "Foro de la Verdad Histórica" - 27 de enero del 2004:

http://members.fortunecity.com/foroverdad/

Los textos completos están disponibles en la página web: http://members.fortunecity.com/foroverdad/justa_reac.htm

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"Foro de la Verdad Histórica" http://members.fortunecity.com/foroverdad/

¨Sitios sobre el caso del Capitán de Corbeta Ricardo Cavallo, de Miriam Mata:

¨Sitio sobre el caso del Capitán de Fragata Alfredo Astiz, de Miriam Mata:

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Editorial: "Las culpas son ajenas"

Según el presidente Néstor Kirchner, antes de la caída en medio de disturbios del presidente Fernando de la Rúa la Argentina fue gobernada por "atorrantes e irresponsables" que se las arreglaron para acumular una deuda pública aplastante, pero a pesar de que él mismo ha sido un integrante destacado de la clase política cuya conducta acaba de denunciar y, para colmo, ha sido desde su juventud un militante del movimiento que durante muchos años dominó la vida nacional, es evidente que no se incluye a sí mismo entre los así aludidos.

Por el contrario, parecería que Kirchner y sus allegados, entre ellos veteranos de administraciones anteriores, tuvieron tan poco que ver con el pasado que alguien no familiarizado con sus respectivas trayectorias podría pensar que pasaron los años noventa en el exilio. Lo que es más llamativo aún, si cabe, es que no hay duda de que se sienten igualmente libres de culpa por lo ocurrido los demás peronistas, los radicales, los izquierdistas y los derechistas tradicionalistas o conservadores.

Aunque las convulsiones económicas que el país ha protagonizado a partir de la reelección de Menem han tenido consecuencias devastadoras para millones de personas, apenas se ha modificado el perfil de la clase política nacional que logró sobrevivir casi incólume a la temporada electoral del año pasado. Así las cosas, uno supondría que las palabras "duras" del presidente provocarían la reacción furibunda de virtualmente todos los que, por haber sido gobernadores provinciales o legisladores, acompañaron a los gobiernos de los presidentes Carlos Menem y Fernando de la Rúa pero, es innecesario decirlo, no hay ningún peligro de que ello suceda. Aquí, todo político sabe que las culpas son siempre ajenas y que con la eventual excepción del jefe - a menos que sus compañeros o correligionarios estén resueltos a reivindicarlo achacando sus desgracias a un "golpe de mercado" o algo similar-, nadie es realmente responsable de nada.

Dicha actitud tiene mucho que ver con la condición lamentable del país. Es francamente aberrante que en una democracia el presidente de turno sea considerado una especie de monarca absoluto, de suerte que si se cometieron errores garrafales en los años noventa se debió exclusivamente a que Menem fuera "un atorrante" y De la Rúa "un irresponsable".

De haber sido éste el caso, les correspondía a los legisladores y a los gobernadores que tanto poder poseían intervenir con el propósito de obligarlos a ponerse a la altura de su investidura.

¿Lo hicieron? Aunque algunos habrán intentado cumplir con su deber, los más optaron por apoyar a los "atorrantes e irresponsables" mientras las encuestas de opinión los favorecían para entonces erigirse en estentóreos tribunos del pueblo con la esperanza de poder aprovechar los contratiempos ocasionados en parte por su propia pasividad oportunista.

¿Ha cambiado mucho el panorama a partir del colapso de la economía nacional y el derrocamiento del gobierno de De la Rúa? ¿Están más decididos que antes los gobernadores y legisladores a hacer oír sus voces insistiendo en la necesidad de anteponer los intereses a largo plazo del país a los réditos inmediatos que suele reportar la demagogia?

La verdad es que no han surgido muchos motivos para creer que la mayoría de los políticos se haya dado cuenta de que la democracia es una empresa conjunta en la que todos tienen no sólo la posibilidad sino también la obligación cívica de participar.

Antes bien, parecería que, lo mismo que en el pasado, la mayoría de los legisladores y gobernadores respaldará al presidente durante las fases iniciales de su período en el poder por considerarlo políticamente conveniente pero que se trasladará a la oposición en cuanto crea que los vientos han comenzado a soplar en su contra.

Si la gestión de Kirchner resulta exitosa, casi todos querrán compartir los premios electorales que tal hazaña produciría. En el caso de que fracase, empero, el único responsable de semejante calamidad será el santacruceño al que, es de prever, un sucesor de otro signo no vacilaría en calificar en términos muy parecidos a los que él emplea en sus diatribas ya cotidianas para condenar a sus adversarios.

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Análisis: ¡Cómo Uruguay, no hay...!

por Roberto Aizcorbe

 

Soy lo bastante viejo como para recordar la pasada gresca argentino-uruguaya. Era en 1947, a pocos meses del arribo de Juan Perón a la presidencia, que fue seguido de una razzia en la universidad y los partidos de izquierda a raíz de la cual varios fueron al exilio a Montevideo.

"Mirala qué linda viene, mirala qué linda va/la murga de Tamborini, que se va p'al Uruguay", canturreaban, con sorna, los descamisados.

Probablemente, ahora, vamos a tener una escalada idéntica, aunque con otras características, desde que el comunicado de Batlle no detendrá el ardor de Juan Gelman, que continuó su escalada.

Ni tampoco estarían dispuestos a hacerlo los líderes orientales, pese a tal documento de Batlle, porque el Uruguay está ante a una elección presidencial que el respaldo de Néstor Kirchner al trotskista Tabaré Vázquez irá cambiando velozmente. Es que blancos y colorados, hasta hace poco impotentes para frenar a Vázquez, evocan, ahora, el sentimiento nacionalista y antiargentino al hacer campaña y no sería improbable que le quiten muchos votos…..

…. En cuanto a Gelman, seguirá funcionando, como Mario Pontaquarto, todo el tiempo que convenga a la política de Kirchner, que, igual a la de Perón en 1947, finca en crear problemas al Imperio, para poder luego negociar y ceder a cambio de beneficios laterales.

Gelman se había separado al comenzar la década del '60, con sus amigos Juan C. Portantiero y José Aricó del Partido Comunista oficial (prosoviético), amparándose en la disidencia maoísta china.

Desde los círculos literarios saltó a la prensa, editando un boletín titulado Pekín Informa , cuya característica era que estaba impreso totalmente en letras minúsculas, para que ninguna tuviera jerarquía superior a las otras. En el ambiente de las revistas y diarios, capitaneaba una secta unida a la CGT de Raimundo Ongaro, aplicada a segregar periodistas motejados de "reaccionarios" mediante volantes y obleas, y hasta pequeños atentados, que consistían en sembrar grageas incendiarias que se confundían en los mingitorios con las bolitas de naftalina y costaron una grave quemadura al extinto Jorge Lozano.

Después del asesinato de Pedro E. Aramburu, la capilla literaria se transformó en una célula montonera, donde Gelman como así Rodolfo Walsh incorporaban a sus propios hijos, creyendo que la batalla de Armageddon estaba próxima, y les sería favorable.

Las autoridades militares les atribuyeron el asesinato del almirante Emilio Berisso: en momentos en que cargaba vituallas en el baúl de su coche, en la playa exterior de un supermercado, le tiraron una ráfaga de ametralladora por la espalda, "hazaña", donde quien apretó el gatillo, según la leyenda literaria argentina, habría sido otro "poeta" del terror --también epígono de Julio Cortázar-- Francisco "Paco" Urondo, que, después, resultó abatido en Mendoza.

Gelman no. Logró huir a Italia, donde viviría bajo la protección de un sector del comunismo local, fundando el Partido Peronista Montonero, grupo que tuvo una suerte menor al distribuirse el botín de los secuestros entre los varios sectores de la banda.

Pero el hijo de Gelman, Marcelo, estudiante de Letras, como Victoria, la hija de Walsh, murieron en combate con las fuerzas militares, y aun se dice que heroicamente en los círculos marxo-literarios. En 1968, al caer el "Che" Guevara, Gelman había escrito un verso profético: ..."¡Qué será de tus hijos, padre Guevara!", sin acaso sospechar, que le habría de ser aplicable también a él.

Previo a la jura de Kirchner, Gelman - que vive entre Méjico y Buenos Aires - había logrado que Batlle lo recibiera y se ocupara hasta de encontrar a su nieta, Macarena, hija de Claudia Irureta Goyena, la mujer de Marcelo, el hijo muerto, capturada y desaparecida por el ejército uruguayo, según Gelman, aunque no está claro dónde (aunque se sabe que las mujeres oficiaban de "correo"), si aquí, o en el Uruguay.

Pero Macarena tras conocer a su abuelo declinó unirse a sus campañas políticas mostrando, como en los restantes casos, que los bebés presuntamente "apropiados" han sido, en realidad, objeto de caridad piadosa por matrimonios en tan dolorosa coyuntura de guerra, y, por eso, vuelven al hogar que los acogió (el caso emblemático es el de la señora de Noble). Un hecho que impide, por otra parte, hablar de "genocidio", palabra, que sólo es aplicable al exterminio de una raza por otra, padres, hijos y abuelos, como en el caso de la Shoá de judíos o la masacre de tutsis y hausas en Burundi, pero no a la guerra civil argentina, donde se salvó a mucho inocente.

Como proseguirán estas controversias, depende más bien de la actitud que tomen ambas cancillerías argentina y uruguaya para darles cauce razonable, pero al momento no es creíble que cesen los dimes y diretes por la calculada actitud de Gelman que explota la necesidad de conflicto, ingénita a la forma que tiene Kirchner para gobernar y al "ruido" de la campaña electoral uruguaya, que no cesará de marcar las interferencias argentinas.

Ya se sabía que la "política de derechos humanos" es, en la práctica, la defensa de las guerrillas, so pretexto de mantenerlas pacíficas.

Pero no podía evitarse que ellas los usaran para continuar logrando sus viejos objetivos por otros medios, como prueba el copamiento de la Argentina, con la bendición del presidente norteamericano, quien dice encabezar una cruzada contra "el terrorismo". ¿Quién defiende hoy a las sociedades que fueron agredidas por los guerrilleros y, ahora, tienen que soportar a algunos de ellos en el poder?

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